martes, 2 de marzo de 2010

Solo...

Vi hacia atrás. Tenía que ser tan solo un vistazo... pero no pude contenerme.

Hace tiempo que había logrado escaparme de sus garras, creí que había vencido, que la victoria era mía; pero fue tentadora, asfixiante, totalmente seductora. Simplemente no pude más.

Después del encuentro recapacité. Ya era tarde. ¿Es ese mi destino? Antes solía divertirme, solía llenar mi vida de aventuras.

Un día se transformó en plaga, en la peste, en la causa de aflicción y reclamos, en la fuente de dificultades. Fue en ese momento cuando decidí combatirla.

¿Por qué se presenta así como así para tentarme? ¡Maldito demonio! Me asecha todo el tiempo.

Pero es que... simplemente adoro la manera profusa de humedecerse, de generar en mi la rigidez de los que quieren pelea a muerte, de los que están listos para atacar sin piedad, de los que no piensan en ninguna consecuencia o daño colateral porque están sumergidos en el deseo, en la irracional necesidad y en el natural impulso de sacar esa mezcla de ira y amor que se lleva dentro.

¿Que de quién es culpa?

Bueno, casi siempre es mía. Es triste. Siempre es triste, aún cuando no me arrepiento, tal como en esta ocasión. Se que lo he de repetir.

Encuentro nuevos significados a mi hábito de estar regularmente acompañado, de estar frecuentemente a la vista. ¡Me funciona! ¡Es un freno! Así he encontrado la serenidad. Si estoy acompañado, no estoy a su alcance, me deja en paz.

Cuando estoy solo, aparece como por magia, tengo ideas, hago sólidas mis más sórdidas ilusiones hasta volverlas tangibles.

Y últimamente, así es como estoy.